Las tumbas más famosas del mundo
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Cuando fallece un ser querido, hay varias cuestiones importantes que los familiares tienen que tener en cuenta a la hora de decidir qué hacer con el cuerpo del difunto. Si una de las opciones planteada es adquirir un nicho en propiedad, es necesario tener en cuenta varios aspectos:
La donación de un cuerpo a la ciencia es un acto personal, voluntario, altruista y solidario mediante el cual, la persona cede su cuerpo tras su fallecimiento a la investigación y a la ciencia con finalidad docente en el campo de la medicina. Este hecho es en beneficio de todas las personas y favorece a mejorar la calidad y especialización de la atención sanitaria. Gracias a este acto, los estudiantes de medicina pueden estudiar a fondo la anatomía humana y aprender el oficio que en años próximos salvará vidas en el mundo.
Uno de los elementos más importantes en el ámbito funerario son las lápidas, utilizadas para rendir homenaje o conmemoración a la persona fallecida. Es imprescindible que el material escogido para la misma sea de buena calidad, resistente y perdurable en el tiempo, para que aguantar durante muchos años y no se vea dañado o en los peores casos, se acabe rompiendo con el paso del tiempo.
Podemos distinguir cuatro tipos de lápidas:
¿Enterrar a un ser querido en un ataúd de un cementerio o incinerarlo para conservar sus cenizas? Es una de las cuestiones que se presenta tras la muerte de una persona. Antes, la opción predominante era la primera, pero cada vez son más los individuos partidarios de un proceso de incineración.
En este caso, nos centraremos en la primera posibilidad. La más clásica. Según la Real Academia Española, un ataúd es “una caja, ordinariamente de madera, donde se pone un cadáver para enterrarlo o para incinerarlo”.