La exhumación es un proceso que consiste en desenterrar un cadáver del lugar de la tierra en el que se encuentra (cementerio, fosa, tumba…) con una finalidad concreta.
No es un proceso habitual ya que cuando se entierra a una persona fallecida, suele ser de manera permanente para un largo periodo de tiempo o para una duración indeterminada. Hay ocasiones, en las que es necesario desenterrar el cuerpo para poder llevar a cabo casos de investigación criminal o forense o también en el caso de que la familia quiera enterrar a su ser querido en otro lugar diferente al que se encuentra. Suele ser un proceso complicado y traumático para las familias y los allegados del difunto.
Para poder llevar a cabo este procedimiento, es necesario solicitar los permisos necesarios tanto en el lugar en el que se encuentre descansando el cadáver como a las autoridades competentes. Estos permisos corresponden a la autoridad judicial, autorización del cementerio en el que se encuentre el cuerpo y autorización sanitaria. Cuando las familias deseen exhumar el cadáver de un cementerio para enterrarlo en otro, es necesario solicitar autorización a algún familiar directo del difunto, acompañado de la partida de defunción o, en su defecto, el certificado del Registro Civil que acredite la causa o causas de la muerte. Independiente de su estado, es necesario sustituir el féretro por uno de específico de traslado. Este féretro está compuesto por dos cajas para asegurar la estanqueidad del cadáver durante el traslado. La caja exterior del féretro es de madera maciza con un grosor mínimo de 2 cm y la caja interior está compuesta por láminas de zinc de un grosor como mínimo de 0,30 mm soldados entre sí. Estos féretros especiales son capaces de conservar el cadáver durante un mayor periodo de tiempo. Se utilizan estos féretros para trasladar a los cadáveres que han tenido una muerte anormal*, que esté contaminado por radiaciones o productos radioactivo, o haya sido embalsamada o conservado transitoriamente. *Una muerte anormal es aquella que ha sido provocada por una enfermedad contagiosa como por ejemplo la cólera, difteria, peste, fiebre o aquellas provocadas por virus provenientes de las familias Arbovirus y Arenavirus.
En el caso en el que las familias deseen enterrar el cadáver en otro lugar, pero dentro del mismo cementerio, es necesario esperar 2 años desde la inhumación y no será necesaria autorización. En este caso no es obligatorio sustituir el féretro, únicamente si se encuentra en mal estado y se restituye por un féretro nuevo común.
Hay varios casos en los que no está permitido llevar a cabo una exhumación de un cadáver:
- En el caso de que no hayan trascurridos dos años desde la inhumación.
- Los cadáveres que pueden resultar un peligro sanitario para las personas o riesgo para la salud pública.
¿Cómo se realiza una exhumación?: es necesaria la presencia de funcionarios para garantizar que el proceso se realiza acorde a la normativa vigente del momento. Suele asistir el director de una funeraria y miembros de la policía local. Suele asistir siempre también un familiar directo del fallecido, pero no es una condición obligatoria por la dificultad que conlleva el proceso a nivel emocionar para los familiares. Además, es necesario maquinaria o mano de obra necesaria para poder realizarlo. Se suelen realizar en los meses de verano porque con las temperaturas cálidas, es más fácil poder trabajar el suelo. En inverno suele endurecerse o congelarse, en función de donde esté localizado.
Antes de desenterrar a la persona fallecida, se habilita un lugar para colocar las lápidas o cualquiera de las decoraciones funerarias que contenga la tumba o nicho en el que se encuentre. Es necesario llevar a cabo todas las precauciones necesarias para que el ataúd no sufra desperfectos. Esta pesquisa es complicada cuando la persona lleva fallecida y enterrada durante un periodo largo de tiempo. Una vez extraído el ataúd, los restos se trasladan a un laboratorio o un recipiente adecuado para tal fin.
¿Para qué se realiza una exhumación?: la primera de las razones es para llevar a cabo investigaciones criminales o forenses. Estas son los análisis periciales y forenses adiciones por si se realizó en el momento del fallecimiento, una identificación errónea del cadáver o también en el caso de no se hayan completado todos los estudios toxicológicos necesarios. También porque existan pruebas de rastreo omitidas o análisis de heridas incompletos o erróneos. Otra de las razones más comunes son las pruebas de ADN para determinar relaciones parentales desconocidas o inacabadas. Es importante destacar que también se realiza cuando los familiares del difunto quieren enterrar a su familiar en otro lugar diferente o cuando es necesario reducir el espacio de un nicho o sepultura, con el objetivo de enterrar más cuerpos en el mismo lugar. Por último, puede realizarse también en el caso de finalización de la concesión de la unidad de enterramiento con el ayuntamiento en cuestión. En este último caso, se extraerán los restos para enterrarlos en una fosa común.
El hecho de abrir una tumba sin consentimiento expreso, puede ser constituido como delito según el artículo 526 del Código Penal en que especifica lo siguiente: “El que, faltando al respeto debido a la memoria de los muertos, violare los sepulcros o sepulturas, profanare un cadáver o sus cenizas funerarias o, con ánimo de ultraje, destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones, lápidas funerarias o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses.”.
En todos los casos, es necesario mostrar respeto total hacia la persona fallecida. Un proceso complicado, pero en algunos casos necesario.