Casi todos los cementerios se decantan por los cipreses como árboles principales para decorar o dividir los diferentes espacios que hay dentro de él. ¿Cuáles son los motivos principales? En realidad, hay varias razones por los que los cementerios eligen este tipo de árboles en sus inmediaciones: en primer lugar, una idea basada en la creencia de que el ciprés es conocido como el árbol de vida, simboliza la unión entre el Cielo y la Tierra. Es un árbol sagrado muy común en numerosas culturas y cementerios por el simbolismo que lo relaciona con la vida y la muerte. En segundo lugar, por sus magníficas cualidades naturales para resistir en numerosas climatologías y su facilidad de crecer sin la necesidad de muchos cuidados.
El ciprés es un árbol muy longevo, puede vivir hasta 500 años e incluso hay algunos que han superado el milenio. Crece a gran velocidad sobre todo en los primeros años y soporta bruscos cambios de temperatura. En todos los entornos, independientemente de su clima, siguen la misma forma, estructura y color, un color oscuro en sus hojas que lo caracteriza. Otra de sus grandes ventajas es que las raíces de este árbol crecen en forma vertical y no en horizontal, lo que favorece a que no se dañen ni los pavimentos, ni lápidas, ni ornamentos fúnebres, ni los muros. Además, las hojas de los cipreses son perennes, lo que asemeja la creencia de la eternidad con el descanso de todas las almas que descasan en los cementerios. Por último, cabe destacar la altura de estos árboles, además de aislar y envolver al cementerio, tiene una altura muy elevada que aporta solemnidad y permite protegerlo del viento, aportando calma y serenidad.
Esta costumbre de plantar cipreses en los cementerios no es de la época moderna si no que se remonta a los griegos y los romanos que fueron los primeros en utilizar este tipo de árboles en los cementerios. Según sus creencias, los cipreses se relacionaban con el duelo y la muerte. El pensamiento de esa época es que, a través de los cipreses, fluía el alma de los difuntos hacia el cielo. En el cristianismo, los cipreses simbolizan la vida eterna y la inmortalidad, se entendían como una forma de ayudar a las almas de los cementerios en la búsqueda de la resurrección y la vida eterna. En China también compartían la creencia sobre los cipreses mediante el consumo de las semillas del ciprés para procurar conseguir la mayor longevidad posible, pues son ricas en substancia “yang”. En Japón, utilizaban la madera del ciprés en el rito de “shinto” y, además, era utilizado para construir instrumentos utilizados en las iglesias y en las misas. Con esta madera también se han construido templos.
Sin duda el ciprés es un árbol sagrado común en muchas creencias a lo largo de la historia relacionándolo en todas ellas con la vida eterna. Su forma ascendente conecta desde sus raíces en el interior de la tierra con el cielo.
«La madera de ciprés resiste y dura mucho tiempo. Parece como si desafiase la carrera de la mortalidad. El que mediante el espíritu de Dios se prepara para la muerte. Sabiamente guiará su navecilla hacia la vida verdadera» (Holiberg, 1675).