Hay un mito popular en la sociedad que afirma que el pelo y las uñas siguen creciendo tras el fallecimiento de una persona. Tras el fallecimiento de una persona, el cuerpo termina su funcionamiento, pero el pelo y las uñas continúan creciendo de manera habitual, pero… ¿es realmente cierta esta afirmación popular?
Existen varios estudios dedicados a conseguir establecer una conclusión sobre este tema. La labor llevada a cabo en las investigaciones se basa en medir el pelo en el momento del fallecimiento de una persona y volver a realizar la medición tras el paso de los días. Al igual ocurre con las uñas, se miden para poder determinar si se ha producido o no un crecimiento de las mismas. Cirujanos y estudiantes de medicina han llevado a cabo este estudio para poder extraer una conclusión más precisa.
Bien es cierto que no todas las células del cuerpo mueren al mismo tiempo. Cuando una persona fallece, el corazón deja de latir y se interrumpe el suministro de oxígeno al cerebro. Sin el suministro necesario para sobrevivir, las células nerviosas fallecen en un intervalo de 3 a 7 minutos. Cuando la persona fallecida va a ser donante de órganos, es importante que la extracción de los órganos se haga antes de 30 minutos desde el fallecimiento e implantárselos al receptor de órganos durante las próximas 6 horas como máximo, para que los médicos puedan constatar su correcto funcionamiento. También es posible que los órganos extraídos sean preservados y preparados para ser empaquetados. Si es un injerto puede realizarse hasta las 12 horas después de la muerte. Puede conocer más información sobre las donaciones de órganos en dos de nuestros artículos: “Donación y trasplantes de órganos y tejidos” y Donar el cuerpo a la ciencia y a la investigación.
Para que las uñas crezcan, es necesario que el cuerpo humano produzca células nuevas y esto no es posible que ocurra si el organismo no suministra glucosa. En las personas vivas, las uñas crecen alrededor de 0,1 mm al día, aunque es cierto que dicha cifra se va reduciendo a medida que las personas van envejeciendo y cumpliendo años. Cuando una persona fallece, el suministro de glucosa se suspende, por lo tanto, con ella también el crecimiento de las uñas. Para que una uña crezca es necesario que la caja del tejido que se encuentra debajo de la base de la uña (conocida como la matriz) cree células nuevas para poder desarrollando la uña. Esas células nuevas que aparecen empujan las células viejas hacia delante y crece la uña por la tarde más cercana a la carne de los dedos.
Un proceso similar ocurre con el cabello. El pelo contiene la matriz, el punto en el que comienza el nacimiento del folículo piloso. Las células que se encuentran en el folículo de la matriz se dividen para crear nuevas células tras recibir la glucosa generada por el organismo. Por lo tanto, tras el fallecimiento el cuerpo deja de suministrar glucosa y al faltar oxígeno en el organismo, cesa la división de células y con ellas, el crecimiento del cabello corporal de una persona.
¿Pero por qué este mito es tan común?: Esto ocurre porque hay un error muy habitual, hay personas fallecidas que parece que tienen las uñas más grandes, pero esto no es así, lo que ha ocurrido es que han perdido la piel que rodea a la uña a medida que se va deshidratando y visualmente parece la uña más grande pero realmente no es así. Lo mismo ocurre con la barba, en algunas ocasiones parece que ha crecido, pero no es real, lo que el cuerpo ha hecho es que, al producirse la contracción de los músculos erectores de cabello, el propio cuerpo ha reaccionado con la conocida “piel de gallina” y visualmente se puede apreciar más pelo, por eso se puede llegar a pensar que ha crecido, pero realmente es un efecto visual tras la contracción de los músculos y la exposición de la piel.
Por lo tanto, fin de la vida, fin del crecimiento de uñas y pelo corporal.