Según la mitología azteca, el Mitclán, también conocido coloquialmente como “lugar de los muertos”, corresponde al lugar de descanso eterno que alberga y recoge las almas de las personas fallecidas. Es el lugar más bajo del inframundo compuesto por un reino sombrío y enigmático, gobernado por Mictlantecuhtli, el dios de la muerte, y su esposa Mictecacíhuatl. La leyenda cuenta que este lugar se encuentra bajo la tierra, en las profundidades más oscuras, y es el destino final de todos los seres vivos que fallecen. Otra de las creencias de este reino de descanso eterno es que está compuesto por varios niveles, en concreto nueve y se va ascendiendo de uno a otro en función de las pruebas y retos superados tras la muerte hasta conseguir llegar al último nivel, el descanso eterno.
Niveles hasta llegar al Mitclán:
Primer nivel: denominado Apanohuaia o “lugar de los perros”, donde el alma debe cruzar un caudaloso río con la ayuda de un perro de color negro de tamaño medio conocido por su raza xoloitzcuintle.
Segundo nivel: corresponde a Tepectli Monamictlan, en el que dos montañas chocaban entre sí y el alma debe encontrar el momento adecuado para pasar.
Tercer nivel: se refiere a una montaña cubierta de afiladas obsidianas denominada Iztepetl.
Cuarto nivel: hace referencia a un lugar triste y sombrío cubierto de hielo y nieve donde el viento helado sopla sobre el alma denominado Itzehecayan.
Quinto nivel: consiste en una zona desértica donde no existe la gravedad y el alma queda a merced de los vientos denominada Paniecatacoyan.
Sexto nivel: es un camino infinito donde guerreros invisibles lanzan flechas puntiagudas directamente hacia el alma denominado Timiminaloayan.
Séptimo nivel: bosque con juglares hambrientos que el alma debe atravesar con el nombre de Teocoyohuehualoyan.
Octavo nivel: corresponde a ocho colinas con fuertes vientos que deben ser atravesadas por el alma denominada Apanohualoyan.
El noveno y último nivel: era el conocido Chiconauhmictlan, donde el alma debe atravesar un desierto árido antes de alcanzar el descanso eterno.
Según la leyenda, las almas de las personas fallecidas son capaces de cruzar todo tipo de escenarios, climas y vegetaciones, con tal de conseguir llegar a alcanzar el Mitclán. Llegar hasta el Mitclán no es una tarea simple puesto que supone para las almas un camino difícil con numerosos desafíos a superar. Tras la muerte de una persona, se produce una muerte física y el alma comienza su viaje espiritual. Los antiguos mexicanos creían que para llegar a Mictlán, el alma debía ser guiada por Xolotl, el dios perro, quien acompañaba a los difuntos en su travesía hacia el más allá.
El Mitclán refleja una conexión fuerte, según los mexicanos, entre la vida y la muerte, manteniendo el pensamiento de que, tras el fallecimiento de una persona, se finaliza la vida en la tierra, pero no en el resto de espacios o lugares, creyendo en la continuidad de la vida del alma en el más allá. Para ellos, la veneración a la cultura del Mitclán es fundamental en el entendimiento de qué es la muerte y qué ocurre tras ella. Existe un vínculo muy especial entre el Mitclán y el Día de los Muertos, creyendo que ese día, los difuntos tienen el poder de viajar del Mitclán a la vida para poder reunirse con sus familiares vivos. Para ello, los familiares que habitan en la tierra preparan sus altares decorados y coloridos con ofrendas de flores, objetos simbólicos y comida para festejar la ocasión para recibir y honrar el espíritu de sus seres queridos fallecidos. Un momento para recordar con cariño a aquellos que fallecieron y que ese día vuelven a estar muy presentes.